Adelgazar se ha convertido en una palabra de orden mayor y de las conocidas de nuestro vocabulario. La lógica parece imponer, por una relación causa-efecto, que para adelgazar haya que privarse de ciertos alimentos. De hecho esto es lo que proponen muchos regímenes. Pero, ¿realmente para perder peso hay que privarse?
Privarse es maltratar el metabolismo de base
¿Qué es el metabolismo de base? Es la cantidad de energía que se quema a diario estando en reposo. Una especie de base definida en gran parte por vuestro ritmo de vida, y que varía en función de las personas. De esta forma, un deportista de alto nivel quema muchas más calorías en reposo, al revés de una persona que no practica ninguna actividad física.
De esto se olvidan muchos regímenes que ponen el acento en la privación alimenticia. Y esto tiene consecuencias dramáticas. Si el objetivo era perder peso, se ha fracasado. De esta forma, comiendo menos, el organismo se pone en modo “ahorro”, pensando que va a pasar por un período de hambruna. El metabolismo de base baja, quemando pocas calorías, de esas que se le van dando con cuentagotas.
Problema: en cuanto se retoma una alimentación normal, el metabolismo permanece bajo, en previsión de una nueva hambruna que pueda llegar. Entonces encontramos un desequilibrio que favorece el aumento de peso, con una alimentación normal, y un metabolismo de base desesperadamente bajo. Situación poco motivadora, puesto que con una alimentación normal, se engorda. Por eso podemos afirmar que la privación no adelgaza: sino todo lo contrario.
Privarse de grasa: un error
Otro de los errores de los regímenes de moda es el privar al organismo de aportes en grasa. Conviene decir que la grasa tiene mala reputación. Incluso es el enemigo número 1 del imaginario colectivo. Comer grasa se asocia automáticamente a un aumento de peso rápido y duradero. Salvo que… la cosa no es tan sencilla. Siempre conviene mantener el equilibrio y la cordura.
La grasa es esencial para el organismo. Se trata del carburante principal que permite al cuerpo garantizar sus funciones vitales. El 50% de nuestro cerebro está compuesto de grasa. La membrana de nuestras células también está compuesta de grasa. Los lípidos tienen en nuestro organismo una importancia colosal para muchas reacciones químicas vitales, como las secreciones hormonales, las reacciones del sistema nervioso, pero también las respuestas inmunitarias del cuerpo.
Se trata de consumir sin exceso ácidos grasos saturados. Sin los cuales se corre el riesgo de desfavorecer el fenómeno de lipolisis, que corresponde con la eliminación de la grasa.
Sin embargo, existe una grasa buena, como los omega-3. Estas están presentes en muchos productos, como el aceite de oliva, de colza, las sardinas, caballa, arenques, oleaginosos (almendras, nueces, avellanas, etc.). Estos omega-3 ayudan a eliminar la grasa. Por eso, la relación aumento de grasa/aumento de peso se debe relativizar.