Desde la antigüedad, al agua de rosa se le reconocen una serie de virtudes para la piel y el cuerpo de la mujer. Su uso se remonta a anteriores civilizaciones como la Griega o la Egipcia, pasando por los paÃses árabes.
Su reputación sigue estando de actualidad, concretamente por el uso cada vez más frecuente que se hace en la fabricación de productos de cosmética.
Desde tiempos antiguos, las mujeres desean cuidar bien su piel, con un baño caliente en el que introducen pétalos de rosa. Esta práctica sigue estando de moda hoy en dÃa en ciertos centros de belleza y de tratamientos de la piel.
Los baños de agua de rosa también se usan para preparar a la futura novia a través de una purificación completa de su cuerpo. El procedimiento es apreciado por el perfume floral que deja sobre la piel.
Las propiedades del agua de rosa son bien conocidas, compitiendo con los baños de leche de burra, que también se utilizaban para favorecer el rejuvenecimiento de la piel del cuerpo.
Menos costosa de preparar, el agua de rosa ha sido utilizada por las diferentes clases sociales a lo largo de la historia. En las comunidades árabes, una mujer que deseaba rendir un homenaje a su marido a través de su belleza, debÃa conocer bien los secretos para la preparación de este elixir de la juventud.
Las mujeres árabes conocÃan sus virtudes ilimitadas de su preparación, y se servÃan de ella incluso en la cocina para aromatizar algunos platos en ocasiones muy especiales.
El uso de esta preparación natural sigue siendo, hoy en dÃa, un método muy eficaz para el tratamiento cosmético de la piel de la mujer. El agua de rosa se obtiene por diferentes métodos, y el más sencillo de todos es el de poner a hervir medio litro de agua y dejar reposar en infusión un buen puñado de pétalos de rosa.
Se debe tener en cuenta que la planta no haya sufrido ningún tipo de agresión a través de insecticidas y que sea de la mejor calidad posible.
Para eso, es preferible escoger flores frescas, de colores fuertes y hojas de un verde intenso. Estos signos pueden darnos una idea acertada de la buena salud de la planta, y por lo tanto de la flor que cortemos. Las variedades salvajes son las más reputadas por su riqueza e intensidad aromática.