El ejercicio y la puesta en forma son más importantes para la salud de lo que podrÃamos pensar. Sin embargo, permanecer fieles a un programa de ejercicios no es tarea fácil…
Primera etapa: la toma de conciencia
Si sabéis a dónde queréis llegar, pero no sabéis dónde estáis, seguramente que vais a perderos. No es como si se tuviera un mapa de carreteras. En primer lugar, hay que estar preparados para cambiar y saber por qué se hace.
Para llegar al objetivo, es necesaria la contemplación (reflexionar sobre la importancia de la puesta en forma para uno mismo); la preparación (comprar nueva ropa y calzado de deporte, etc.); la acción (ir al centro de la puesta en forma, utilizar un aparato de ejercicios en casa); la constancia (sumarse a un plan). La constancia es el elemento más dura de esta ecuación. Por eso conviene seguir estos consejos: prepararse bien antes de poner en marcha un plan concreto, conocer por qué se hace, y determinar las cosas que más os motivan.
Los estudios muestran que los programas de ejercicios rigurosos son los más susceptibles de fracasar. Ocurre a menudo que la gente intenta hacer las cosas demasiado rápido, de manera que se desaniman o se lesionan. Al comienzo, más vale poner el acento en la moderación para incrementar las suertes del éxito. Siempre se puede ir subiendo gradualmente la duración y la intensidad de las actividades.
Segunda etapa: establecer unos objetivos
Si se quieren alcanzar unos objetivos concretos, la primera etapa consiste en verbalizarlos. Se pueden ir apuntando las cosas que pueden animar a permanecer activos. Estas notas se pueden colocar en lugares donde se puedan ver con facilidad y con frecuencia, como la nevera. Es importante enmarcar estos objetivos de forma positiva. Los monólogos interiores negativos invitan al fracaso. Por eso, en vez de decir «tengo que perder 15 kilos», más vale decir «voy a elegir con cuidado lo que debo comer».
Establecer unos objetivos secundarios especÃficos. Si vuestro objetivo es la puesta en forma, vuestro objetivo secundario podrÃa consistir en caminar durante 40 minutos, tres veces en semana.
Tercera etapa: la actividad cotidiana
Las actividades que se realizan durante el dÃa se acumulan, y no se trata únicamente de ir al gimnasio. De esta forma, se puede crear un efecto acumulativo importante haciendo las cosas simplemente, como reducir el tiempo que se está sentado, aunque parezca algo menor. Hay que examinar cuánto tiempo se permanece sentado, puesto que este es el mayor problema.
El hecho de hacer pausas frecuentes para estirarse en el despacho o caminar en el salón escuchando música o viendo la tele nos ayuda a incorporar algo más de movimiento a nuestra vida.
Es necesario que las actividades cotidianas correspondan directamente con los objetivos establecidos en la segunda etapa. También se recomienda comparar un podómetro (para contar los pasos). De esta forma, se dispone de una medida cuantitativa real para valorar los progresos. Es mucho más fácil alcanzar los objetivos cuando la meta está en unas cifras precisas.