Una casa es mucho más que una vivienda en la que habita una familia. En realidad, un piso es parte de la vida de esa familia. Es el espacio de intimidad y de bienestar en donde ser uno mismo.
Dentro de las posesiones que tiene una persona, la casa es la que mayor connotación emocional tiene porque representa el terreno de la seguridad y de la confianza.
El drama emocional de los desahucios refleja la sensación de violencia externa que tienen aquellas familias que se quedan sin su casa y lo pierden todo de la noche a la mañana.
En muchos casos, esta situación se convierte en la gota que colma el vaso de quienes llevan un tiempo haciendo un gran esfuerzo por no hundirse en medio de una mala racha. Pero la mente y el cuerpo tienen sus lÃmites y es poco probable ser un superhéroe cuando alguien está al lÃmite de sus posibilidades.
Las personas que viven un desahucio se sienten solas y esto agrava todavÃa más su tristeza. No saben dónde buscar apoyo e incluso, pueden llegar a sentir culpa o vergüenza por una situación asà ante el miedo al qué dirán.
El proceso de desahucio tiene unas etapas previas a nivel emocional que muestran la lÃnea de angustia ascendente que comienza con el despido inesperado en la empresa, la falta de nuevas oportunidades de trabajo, el largo periodo de paro, las dificultades para hacer frente al pago de la hipoteca.
Por mucho que alguien externo intente tener empatÃa al imaginar una situación asÃ, en realidad es imposible comprender el desgarro interior de quien perdió mucho más que su posición económica.
Se pierde el horizonte de futuro, la seguridad fÃsica y emocional, la ilusión de vivir el presente y de tener un buen porvenir… Pero también, en las malas épocas, se pierden amigos aunque en realidad, nunca lo fueron. Y por contraste, se siente la solidaridad de muchas personas que intentan hacer un bien de forma desinteresada.