La nuez de karité se utiliza en diversos países de África desde hace miles de años. Se cuenta que la reina Nefertiti debía su gran belleza al uso regular de la manteca de karité, puesto que la grasa que se extrae de su fruto contiene extraordinarias virtudes reparadoras para la piel.
El árbol de karité puede vivir 300 años. Sus frutos maduran en la época de los grandes tornados y caen del árbol en el mes de junio. El núcleo contiene 50% de la grasa que se puede extraer por tres procedimientos, pero la extracción mecánica permite obtener una manteca natural que conserva todas sus propiedades.
En invierno, el viento, las intemperies, la sequedad de las casas son factores agresivos que reclaman una hidratación continua y en profundidad. Con el frío los labios se cuartean, y las manos se vuelven rugosas. Por eso es necesaria hidratarlas a diario. Al igual que todos los cuerpos grasos vegetales, la manteca de karité tiene efectos suavizantes, antisequedad y protectores.
Agente protector capilar
La víspera de lavarse el pelo con un champú, conviene aplicar una buena cantidad de manteca de karité sobre el cabello, masajeando las puntas. La manteca debe estar bien fundida y líquida antes de aplicarla.
Luego se envuelve el cabello en una toalla caliente. La queratina absorbe todo aquello que necesita.
Diez minutos más tarde de haber aplicado el champú, se vuelve a poner una nuez de karité sobre el pelo bien seco para darle brillo y vitalidad.
Hidratante para la cara
En los países africanos, las madres enjugan el cuerpo de sus bebés con manteca de karité, para prevenir o curar irritaciones. Utilizan la manteca de karité para la cara, las manos, y el cuerpo, sobre todo en los meses de verano y durante las estaciones de los grandes vientos.
El rostro es el gran beneficiado por el uso cotidiano de la manteca de karité. Se debe insistir bien en las zonas inertes (la base de la nariz, la comisura de los labios), y siempre con la manteca bien diluida en el hueco de la mano.