Antes de proceder a la aplicación del polvo bronceador, la primera cosa que se debe hacer es equiparse con el buen instrumental. Es indispensable disponer de una brocha especial para la aplicación del polvo. Los pinceles de fibras naturales son los más aconsejables para un uso a la vez cómodo y sano también.
En cuanto a la elección del polvo bronceador, la selección debe realizarse en función de la piel que se quiere maquillar. Un color ámbar o salvaje se adaptará mejor a una piel oscura. Los matices cobre, marrones, o chocolate son perfectos para las pieles mates. Para los cutis más claros, los tonos beige son los mejor adaptados. Los polvos de tonos miel o caramelo se adaptan muy bien a este tipo de piel.
La aplicación del polvo bronceador
Una vez bien equipadas, se comienza la aplicación a base de pinceladas de base. Para las pieles secas, convienen utilizar un poco de crema hidratante. Si no tenéis, un toque de polvo puede funcionar muy bien.
Nos basta con sonreÃr para la aplicación del blush sobre las mejillas. Una sonrisa suave irá muy bien, aplicando con suavidad el blush sobre los pómulos con ayuda de una brocha suave, para estar bien seguras de que los pómulos quedan bien resaltados. La finalidad es la de realizar un movimiento de «coma», de manera circular, para que los pómulos den la impresión de mayor turgencia.
Con la ayuda de la brocha se coge una pequeña dosis de polvo, que se debe aplicar de manera uniforme. Se debe sacudir primero suavemente la brocha para eliminar los excesos. Luego se aplica el polvo sobre las partes de la cara más afectadas por el sol, es decir la parte superior de la frente, la nariz y los pómulos.
También se puede añadir color en función de vuestros gustos, teniendo siempre cuidado en que las capas sean finas y discretas. En el caso en el que el resultado sea pesado, se difumina usando un disco de algodón.