Cuando se toma el sol, conviene prestar especial atención a la piel de todo el cuerpo y especialmente a la piel del rostro. Hoy presentamos la guÃa definitiva para un cuidado suave y eficaz de la epidermis, tras largas sesiones de bronceado.
El efecto del sol sobre la piel
El sol es indispensable, favorece el buen estado de ánimo y sobre todo nos permite sintetizar la vitamina D, pero también, durante el verano, la piel se regenera y debe protegerse. Evidentemente, el uso de una crema solar con un Ãndice SPF nos permite proteger la epidermis de los rayos UV. El maquillaje es más ligero, la alimentación también, y quizás es el momento de aplicar algún tipo de mascarilla y otro tipo de crema y ungüentos.
Algunas mujeres siguen practicando deporte al aire libre. Todos estos cambios muestran una transformación del ritmo de vida, y eso es bueno para la piel. Después de una prolongada exposición al sol debemos continuar cuidando la piel. En efecto, a pesar de haber intentado protegerla durante los dÃas de más calor, el sol termina por secar la piel y deshidratarla.
Los efectos negativos tras la exposición prolongada al sol se reflejan en una tez menos tersa, que termina por reemplazar el bronceado, en una piel tirante y enrojecida, y la aparición de ciertas imperfecciones.
Protección de la piel
Primeramente, la piel debe protegerse del sol aplicando siempre una crema after-sun. Este cuidado no solamente es útil después de la playa, ya que hablamos de una crema que aporta elementos nutritivos, hidratación y lÃpidos, pero igualmente un efecto antiinflamatorio. Con esto conseguimos mayor flexibilidad y confort en la piel.
Si tenemos una piel que se descama o que se cuartea y, particularmente en las zonas del rostro más expuestas como son la nariz, conviene aumentar las aplicaciones de un cuidado after-sun. De esta forma ayudamos a reconstruir la epidermis y a prolongar el bronceado.
La hidratación de la piel
A pesar de que las cremas after-sun ayudan mucho a la piel a renovarse, conviene utilizar un cuidado hidratante y nutriente adaptado a cada tipo de piel. Una mascarilla hidratante semanal, una crema de dÃa y una crema de noche pueden ser necesarias. Del mismo modo debemos evitar las duchas demasiado calientes y los jabones decapantes.
Lo ideal es utilizar un jabón suave con un pH neutro. En función de las necesidades de la piel, también podemos optar por jabones grasos, en caso de tener una piel sensible, utilizar un serum, aceite de ducha, leches ricas en vitaminas y minerales, y también en oligoelementos. Una buena opción es el uso de manteca de karité y de aceite de almendras dulces.
La exfoliación de la piel
A todo el mundo le gustarÃa mantener un bonito bronceado uniforme a lo largo de todo el año. Pero una vez que se terminan las vacaciones, aunque podamos prolongarlo un poco más, también debemos hablar de la salud de la piel. Aunque el sol engrosa la piel durante el verano, una vez que termina la temporada, corremos el riesgo de ver aparecer ciertas imperfecciones, puntos negros y otro tipo de granos.
Para evitar esto, debemos hidratar y nutrir la piel, pero para que los cuidados sean todavÃa mucho más eficaces, es bueno desprenderse de las células muertas y de otras impurezas incrustadas en los poros.
Para ello, lo ideal es utilizar un exfoliante suave para no agredir la epidermis. Durante el verano, la exfoliación debe ser suave, puesto que podemos correr el riesgo de engrosar mucho más la piel para que se proteja.
Para las partes del cuerpo más secas y robustas como los codos, las rodillas, los talones, o los muslos, podemos realizar un masaje circular con un guante de crin, después de la ducha. Otra buena opción es el uso de un jabón negro.
Pero con relación a la piel del rostro, no olvidemos que hablamos de una parte muy sensible, por tanto una exfoliación suave y nutriente a base de pepitas de albaricoque es lo más recomendable. Finalmente, no debemos olvidar que después de una exposición prolongada al sol debemos ofrecer a la piel cuidados hidratantes para evitar una piel seca y con imperfecciones.