La boda real de Magdalena de Suecia y Christopher O’Neill acaparó la atención del público europeo y como suele suceder con este tipo de eventos de la realeza todos los ojos estuvieron puestos en el vestido de la novia.
Con más de cuatrocientos invitados la ceremonia religiosa se llevo a cabo en la capilla del palacio real y el gran banquete en el hermoso Palacio de Drottningholms, acaparando la atención de todos el vestido que lució la princesa Magdalena, un espectacular modelo del prestigioso Valentino.
AsÃ, el diseñador italiano eligió para la princesa un hermoso vestido de organza de seda plisada con encaje de Chantilly y en un color marfil que deja atrás el tradicional blanco que suele utilizarse para estas ocasiones.
Una gran cola de cuatro metros y un velo de organza de seda rematado con un encaje de flor de azahar y el toque final que sujetava el velo, dado por la diadema que además, es la favorita de la princesa Magdalena, por ser un regalo del rey Carlos Gustavo a la reina Silvia en 1986 fecha de su décimo aniversario de boda.
Un hermoso vestido donde se destacaban las lÃneas románticas con cuello barco y manga corta y una cintura marcada que estilizaba la figura de la novia, gracias a los pequeños pliegues verticales que se abrÃan y extendÃan sobre la misma falda.
En cuanto a los zapatos eran unos clásicos salones blancos con gran tacón y una tira de tul transparente, mientras que el sencillo ramo de novia fue un bouquet clásico de rosas blancas y algo de paniculata muy acertado y en consonancia con el vestido.
Tanto el maquillaje en tonos de rosa y varias capas de rimel, como el peinado, un sofisticado recogido, estuvieron en las prodigiosas manos de Rick Ljung y Sara Denman, destacándose la tiara y los pendientes en forma de lágrima lo mismo que un fantástico brazalete de brillantes que daban el toque lujoso a un conjunto sumamente elegante.