Siempre de actualidad, la capa se impone este año a los abrigos ceñidos. Se trata de una prenda de abrigo sin mangas que hará las delicias de las más coquetas. Antes de nada, conviene elegir el corte que mejor se adapte a nuestro cuerpo.
El año pasado pudimos verla en muchas modelos de pasarela, sin embargo la capa no ha dicho todavÃa su última palabra frente al abrigo con cinturón o más ceñido al talle. En todo caso, debemos dejar que sea nuestra propia morfologÃa la que se encargue de la elección, en función de lo que mejor nos vaya.
La capa
El año pasado fue la prenda de abrigo más en boga, pero desde entonces se ha convertido en un accesorio indispensable para combatir el frÃo del invierno. En cualquier caso, si ya la usasteis el año pasado y estáis pensando en dejarla colgada dentro del armario, estaréis cometiendo un grave error.
Las mujeres menos altas deben decantarse por un modelo corto, mientras que aquéllas que tienen unas piernas más estilizadas podrán elegir una versión más larga, que les llegue hasta justo por encima de las rodillas. La capa se lleva con zapatos de tacón alto para que las piernas resulten más estilizadas.
Muchas veces, la capa puede romper la silueta, y por eso es preferible usarla si se tienen las piernas largas. Las amantes de los zapatos planos deben utilizar una capa más bien corta, y llevar entonces zapatos más femeninos, como unas bailarinas o unas botas. Se deben evitar los mocasines, que resultan demasiado masculinos para usar con capa, cuya base de por sà resulta bastante austera.
Si la tendencia es la de llevar faldas semilargas, se debe evitar asociar estos dos tipos de prendas. Efectivamente, la capa va bien con botas bajas, y un bonito pantalón vaquero. También se pueden añadir unos guantes, y un bonito echarpe de piel o de imitación.
El abrigo ceñido
Reemplazado por los nuevos códigos oversize de la capa y del abrigo boyfriend, el abrigo ceñido no ha dejado de usarse nunca. Nos gusta llevarlo pegado al cuerpo, como si fuera una segunda piel. El corte del abrigo debe acomodarse una vez más a nuestra propia morfologÃa.